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viernes, 26 de octubre de 2012

Transición de la fe pagana a la fe cristiana en Rusia- 1ª parte - por Javier Claure C.



(Estocolmo) Javier Claure C.
La historia nos muestra que los eslavos, como muchos otros pueblos en la antigüedad, rendían culto a sus dioses paganos. La pluralidad de dioses, permitía a la población eslava vivir en comunión con todas esas deidades que, según ellos, daban vida, movimiento y esencia al ser humano. Procopio de Cesarea, historiador bizantino, aseguraba que los eslavos sacrificaban animales sagrados y adoraban a las sirenas. Además, tenían varias divinidades situadas en una escala de valores, en donde cada cual protegía una parte de la vida cotidiana. Perún, dios del trueno, era el más importante de los dioses paganos. Su imagen era representada en madera, con rostro humano, con cabeza de plata y bigote de oro. Otros dioses eran: Dázhbog, dios del sol. Stríbog, dios del viento. Simargl, bicéfalo, dios de las cosechas y la vegetación. Svárog, dios del fuego. Volos, dios protector de los humanos. La única deidad femenina era Makosha, diosa de la fertilidad y protectora del trabajo de las mujeres, especialmente el hilado. Era representada como una mujer de cabeza grande, largos brazos y con las manos ocupadas hilando lana. Algunos dioses fueron traídos del extranjero como por ejemplo Jors, dios del sol, de los pueblos del Asia Central. También estaban las “divinidades menores”: diminutos demonios, espíritus, ninfas, deidades blancas relacionadas con el bien y deidades negras relacionadas con el mal. La Rusia pagana de entonces, se caracterizaba por ser una sociedad politeísta. Perún, poderoso dios, protegía al príncipe Vladimiro; hombre de Estado, audaz y conquistador de pueblos. Mientras que el dios Volos custodiaba a la población.

Leyenda acerca del príncipe Vladimiro de Kiev



La leyenda del monje Néstor cuenta que por el año 986, el príncipe Vladimiro de Kiev, había alcanzado un poderío inigualable. Sus victorias y conquistas de nuevos territorios, eran una señal de permanente amenaza. Y, en consecuencia, los pueblos vecinos buscaban una alianza con Vladimiro. Para tal efecto, llegaron los alemanes enviados por el Papa, le ofrecieron su dios creador del cielo y de la tierra. Los búlgaros del Volga querían ganarse la voluntad de Vladimiro con la fe mahometana. Los judíos dijeron que habían crucificado a Cristo, y proponían a su único dios: Jashem. Finalmente llegaron los griegos tratando de atraer a Vladimiro hacia la fe cristiana. Vladimiro los escuchó a todos ellos refutando sus propuestas religiosas. Pero en el fondo, algo había calado en su espíritu. Pues un día reunió a su gente más allegada para contarles lo ocurrido y pedirles consejos. Los nobles después de percibir aquel mensaje le contestaron: “Bien sabes príncipe que nadie vitupera lo propio, sino que lo alaba. Si deseas conocer la verdad, envía emisarios para saber cómo sirven a su dios todos ellos”. Vladimiro siguió el consejo, y envió a un puñado de cortesanos a recorrer por diferentes países. Cuando llegaron donde los griegos, el emperador de Constantinopla, les hizo presenciar una misa con todo su esplendor en la Iglesia Santa Sofía. Les explicaron minuciosamente todos los actos de la ceremonia religiosa. Y los cortesanos, sumidos en una paz espiritual, quedaron encantados por las vivencias en la casa del dios griego. A su vuelta a Kiev confesaron: “La ley de los búlgaros no es buena, pues no hay alegría en ella, sino sólo aflicción. Los alemanes rezan mucho en sus templos, pero no hay en ello belleza. En cambio, cuando estuvimos en el templo de los griegos, no sabíamos si estábamos en la tierra o en el cielo, y nunca antes habíamos visto tanta belleza inenarrable, y estamos seguros de que allí sí que está Dios con los hombres. Y pues todo aquel que ha probado lo dulce, ya no desea lo amargo”. Vladimiro entonces creyó a los miembros de su séquito y se entregó al bautismo bajo la fe cristiana.

Descripción de Vladimiro

¿Quién era el príncipe Vladimiro de Kiev? Kiev fue un Estado Medieval que comprendía la actual Rusia, Ucrania y Bielorusia. Los historiadores relatan que Vladimiro, ese hombre al cual a veces lo igualaban con dios, era un hombre inteligente y visionario. Pero también fratricida, mujeriego, gustoso de vinos finos, fiestas y comidas en abundancia. Estaba dominado completamente por el deseo carnal, causa que lo llevó a tener varias esposas y amantes.

Acontecimientos históricos

El Imperio Romano de Oriente, con su capital Constantinopla, estuvo expuesto a embestidas de diferentes índoles. Los godos, los árabes, los eslavos y los persas atacaban para conquistar territorios. Una sublevación, de los búlgaros del Danubio junto a los rebeldes de Asia Menor, contra Constantinopla; obligó a los emperadores Constantino XI y Basilio II a pedir ayuda militar a Vladimiro. A cambio de dicho favor, le ofrecían a la princesa Ana, hermana del emperador Basilio II, para que sea su compañera de vida. Vladimiro aceptó la propuesta. Una vez vencida la insurrección, los emperadores no cumplieron con lo pactado. Tal coyuntura llevó a Vladimiro a usurpar la fortaleza bizantina de Quersoneso Táurica, y les comunicó que la devolvería cuando la princesa Ana esté a su lado. Los basileos accedieron a la demanda, pero pusieron una condición: que adoptara la fe cristiana. El príncipe Vladimiro, nieto de la princesa Olga, aceptó el requisito, y fue bautizado en la fe de Cristo, el 28 de julio del año 988. Cuenta una crónica que Vladimiro adolecía de una enfermedad en los ojos, pero cuando recibió el bautismo se curó milagrosamente, y exclamó: “Ahora conozco al Dios verdadero”. Tras la ceremonia del bautismo, la princesa Ana desembarcó en Quersoneso acompañada de sacerdotes de la Iglesia bizantina, y contrajo matrimonio con Vladimiro.

Transición de la fe pagana a la fe cristiana

La transición de la fe pagana a la fe cristiana en Rusia, fue un proceso que duró varios siglos. La primera en convertirse al cristianismo fue la viuda de Igor, la princesa Olga, bautizada en el año 955 en Constantinopla. En cambio su hijo, Sviatoslav, continuó adorando fielmente a los dioses paganos. Por consiguiente, la mezcla de lo pagano y lo cristiano formaron, durante un periodo muy largo, una especie de yuxtaposición religiosa, creando así lo que en ruso se llama “dvoievérie” (doble fe). Es decir, un sincretismo, al cual se adherían gran parte de la población. Los rusos no podían renunciar, de la noche a la mañana, a las creencias de sus antepasados. Al igual que en otras culturas, las fiestas paganas fueron sustituidas por las fiestas cristianas. La fiesta del dios Perún fue suplantada con la Pascua Cristiana. El aniversario del solsticio de verano con la fiesta de San Juan Bautista. Y así fue penetrando el cristianismo en las masas populares de Rusia. En el siglo XI ya existían otros precedentes históricos con brotes cristianos. Algunos investigadores afirman que a principios de la era cristiana, el apóstol San Andrés había predicado la nueva fe en extensos territorios poblados por los eslavos. Asimismo, plantó una cruz en la colina más alta cerca del río Dniéper que pasa por Rusia, Ucrania y Bielorusia. Estaba convencido que por los senderos por donde caminó, brotaría una saludable verdad de la fe cristiana. Por eso pronunció: “Aquí surgirá una gran urbe, en la que Dios erigirá numerosos templos”. Santas fueron sus palabras. En los años posteriores al bautismo del príncipe Vladimiro, surgió una gran metrópoli para los piadosos cristianos. Vladimiro dio orden a los ciudadanos para que se reunieran a las orillas de río Dniéper, y sigan el camino de la religión cristiana. Y decía: “Aquel que no acuda al río, rico o pobre, esclavo o mendigo, será mi enemigo”. Todo el pueblo obedeció al soberano, y uno tras uno fue bautizado en el río por sacerdotes traídos desde Constantinopla. Gracias a su nueva fe, Vladimiro propuso, además, la abolición de la pena de muerte que contradecía a los principios del cristianismo. Mandó a derribar todas las estatuas de los dioses paganos, ordenó que se diera de comer a todos los mendigos de Kiev y educó a sus hijos, Boris y Gleb, bajo los principios cristianos. Se construyeron referentes religiosos: sobre la tumba del príncipe Askold se edificó la Iglesia de San Nicolás y sobre la del príncipe Dir, la Iglesia Santa Irene. La Iglesia Ortodoxa Rusa estaba subordinada a la Iglesia de Constantinopla, pero con el devenir de los siglos disminuyó esta dependencia. Y en 1589, el clero ruso se declaró totalmente independiente y designaron a su propio Patriarca.

Iconografía de la Iglesia Ortodoxa

La tradición y la liturgia de la Iglesia Ortodoxa, se reflejan en el bautismo, el incienso, los himnos y las procesiones. Los íconos en madera, que representan a Jesucristo, a la Virgen y a otros santos, son indisolubles a la doctrina ortodoxa. La idea central, de este arte bizantino, es unir lo celestial con lo terrenal. En definitiva, se trata de aproximar a este mundo, que nos ha tocado vivir, una realidad sin desorden, sin caos y sin disconformidad. Dadas estas singulares características, el recado principal que llevan los cuadros ortodoxos; sería demostrar la existencia de Dios todopoderoso. Una existencia que no se basa solamente en la experiencia, sino también en la religiosidad de cada devoto. O sea, lo empírico queda atrás y el creyente se encuentra frente a una puerta abierta que le conduce hacia la profundidad del mensaje eterno.

Las imágenes de la Iglesia ortodoxa están impregnadas de una simetría gloriosa. Con un mínimo de detalles expresan un máximo de lo divino. Es por eso que no existe, en los íconos, una relación con lo cotidiano. Hay muchas interpretaciones de los íconos rusos, y esto ha dado lugar a que Rusia y Europa Occidental tengan diferentes visiones de la realidad. En otras religiones, los santos son representados en forma de bulto. Pero según la doctrina ortodoxa, las estatuas tridimensionales son materiales y, por lo tanto, no son adecuadas para representar lo divino o lo celestial. Además, la población rusa asociaba a las estatuas con una historia pasada, con lo demoniaco, lo antiguo y, al mismo tiempo, con lo occidental.

Los íconos forman parte de aquello que se llama iconostasio en las iglesias ortodoxas. En otras palabras, el iconostasio es una construcción arquitectónica de madera, en donde existe diferentes íconos. En el iconostasio hay tres puertas sagradas. La puerta central compuesta de dos partes recibe el nombre de puerta santa, y solamente pueden pasar por ella, los que pertenecen al clero. La puerta situada a la derecha se llama puerta meridional, y la situada a la izquierda es la puerta septentrional. Esta edificación divina se encuentra al fondo del altar y separa a los clérigos del resto de la comunidad cristiana.

Los rusos no quieren asociar a sus íconos con lo occidental. Sin embargo, la iconografía rusa es, sin dudas, un aporte a la cultura universal. Hay quienes dicen que el arte occidental es más logrado técnicamente, pero es primitivo en cuanto a lo espiritual se refiere. Por el contrario, los íconos rusos quizá sean, en algunos aspectos, un poco primitivos desde el punto de vista artístico, pero están impregnados de espiritualidad. La percepción de la imagen en el mundo ortodoxo alcanza niveles de paz espiritual. La imagen no es solamente un complemento, sino más bien un medio necesario para transmitir el mensaje cristiano. Los íconos atestiguan la existencia de Dios, creador del cielo y de la tierra. De ahí que muchos devotos confiesan haber recibido el milagro deseado. Este acto sería, la vivencia subjetiva de un fiel ortodoxo orando frente al iconostasio. Es decir, los íconos están cargados de una energía divina que no se encierra solo en la estampa de madera, sino que esa energía sube a las alturas, mediante la oración, y vuelve a la Tierra con un milagro o una bendición.
(c) Javier Claure C.

Estocolmo

Javier Claure C. es un escritor boliviano radicado en Suecia









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