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lunes, 8 de febrero de 2010

El argentino Guillermo Saccomanno ganó el Premio Seix-Barral

(Buenos Aires)

El escritor argentino Guillermo Saccomanno ganó el Premio Seix-Barral con su novela "El oficinista".
La novela será lanzada el próximo 23 de febrero, comunicó la editorial.

"...El oficinista se ha abierto paso desde Argentina y casi como quien no quiere la cosa ha ido superando cribas hasta quedar entre los libros que había que leer con más detenimiento para valorar si merecían pasar al jurado. Su título, tan anodino, llamó la atención desde el comienzo, como una serpiente dormida. Y tras él, un texto extraño, inquietante y muy poderoso que ha deslumbrado unánimemente al jurado. Rosa Montero, José Manuel Caballero Bonald, Ricardo Menéndez Salmón, Pere Gimferrer y yo misma hemos vibrado con este libro, y en los cinco prevalece la extraña intuición de que es una novela tan diferente como importante, de ahí que en esta convocatoria os ofrezcamos un aperitivo de esa novela. El oficinista es, pues, una buena muestra de hacia dónde vamos en Seix Barral, una brújula que en tiempos de crisis apunta hacia el convencimiento de seguir apostando fuerte por el talento.
         Buscar la calidad y lo diferente es la esencia de este jurado, reconocerlo dota de identidad a este Premio Biblioteca Breve, que surge inmenso y feliz, desde Latinoamérica, en este 2010. 

 Gracias, siempre, a todos, por acompañarnos en esta aventura"

dijo Elena Ramírez, Directora Editorial.

Con un total de 414 manuscritos presentados, destaca el crecimiento en la recepción de originales procedentes de Argentina, 88 frente a los 61 del año pasado, y de Colombia, 69 frente a los 47 de la convocatoria anterior, mientras que México mantiene su participación alrededor de los 30 manuscritos, en concreto 27. En España se han recibido un total de 230 originales, algunos de ellos procedentes de países como Grecia, Israel o Estados Unidos.
En cuanto a la temática, llama la atención la irrupción del mundo digital y de las nuevas tecnologías como escenario y recurso narrativo en algunos de los originales presentados. Asimismo destaca la presencia de la novela histórica, aunque con menor recurrencia a la guerra civil.
 La dotación del premio es de 30.000 euros y Seix Barral publicará el original premiado el 23 de febrero de 2010. 
«Una singular hazaña novelística: trazar con elementos muy simples la compleja trayectoria de una vida.»
José  Manuel Caballero Bonald 
«La precisión de la escritura se une a su capacidad visionaria: este oficinista vive en un mundo a la vez cotidiano e irreal que en el fondo es el nuestro, descrito con la nitidez obsesiva de un sueño y la exactitud desazonante de una fotografía en negativo.»

                                                                                                Pere Gimferrer
«Una obra poderosa en lo que enuncia y soberbia en lo que calla: un triunfo del arte de novelar.» 

                                                                                                Ricardo Menéndez Salmón 
«Con una prosa tan afilada y ardiente como un cuchillo al rojo, esta sobrecogedora novela consigue la proeza de crear un mundo nuevo, inquietante y profundamente conmovedor. Un libro inolvidable.»
                                                                                                          Rosa Montero

«Dejar sin respiración al lector, hacer que el pulso se acelere con una historia mínima escrita con una contención asombrosa es puro virtuosismo literario. Hay un antes y un después de leer esta novela.»
                                                                                                    Elena Ramírez
 
Dijo el ganador del premio, Guillermo Saccomanno: 

"Nací  en Buenos Aires, en el barrio de Mataderos, en 1948. Con un padre socialista y militante sindical, era inexorable que en casa hubiera una enorme biblioteca en la que convivían Shakespeare, Bakunin, Marx, Homero, Salgari, Zola, Dostoievski, Arlt y las Memorias de una princesa rusa.

En los años 70 pasé por la carrera de Letras y me dediqué a la investigación de literaturas marginales (el cómic, el cine, la novela policial, el folletín). También por esa época escribí un ocultable libro de poemas y novelas policiales con seudónimo.
 A la vez que trabajaba en publicidad, desde redactor hasta director creativo de unas cuantas agencias, empecé a escribir cómics, cantidades innumerables de guiones, publicando, además de en Argentina, en Europa, especialmente en Italia y España (Tótem, Zona 84, entre otras publicaciones). En tanto, fui dedicándome a la literatura. Publiqué novelas y cuentos. Situación de peligro (Premio Club de los XIII), Roberto y Eva (Premio Revista Crisis de Narrativa Latinoamericana), Bajo bandera (II Premio Municipal de Cuento), Animales domésticos, La indiferencia del mundo (I Premio Municipal de Cuento), El buen dolor (Premio Nacional de Novela), El pibe y la trilogía que conforman La lengua del malón, Un amor argentino y 77 (Premio Dashiell Hammett en la Semana Negra de Gijón).

 Trabajé  también como guionista de cine. Varios de mis relatos fueron adaptados para la televisión y  para la gran pantalla. También fueron traducidos a diferentes lenguas. En la actualidad dirijo un taller de narrativa y soy colaborador del diario Página/12.
 Desde hace más de veinte años vivo en la localidad balnearia de Villa Gesell".





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Por qué escribí una novela rusa
Guillermo Saccomanno
"La zona del Bajo, en Buenos Aires, concentra el humus de esta novela. Están las torres de la zona empresarial donde se encuentran desde la Bolsa hasta los bancos extranjeros, las multinacionales y los ministerios. También la marginalidad de humillados y ofendidos que incluye una villa miseria detrás de terminales ferroviarias y de ómnibus y edificios de tribunales de justicia. Como me gusta levantarme temprano, suelo observar a los hombres y mujeres jóvenes, triunfadores de un presunto futuro, elegantes ellos con sus trajes de Hugo Boss, glamorosas ellas con sus trajecitos Chanel, avanzando con paso firme y aire triunfador hacia una oficina en el cielo donde permanecerán cautivos más de diez horas diarias. Y encima se llevarán trabajo a la intimidad del fin de semana. 

Parecen haber olvidado a las multitudes indignadas de los ahorristas que golpeaban los blindajes de acero de los bancos. O las más recientes imágenes de los yuppies eyectados de Wall Street llevándose a casa sus pocas pertenencias oficinescas en unas cajas. Estos oficinistas que avanzan a paso firme hacia sus escritorios no olvidaron esas escenas, me digo. Es que miran hacia el futuro. El problema es que el futuro seguramente no los mira a ellos. Y si los mira, más les vale tener miedo.

Por la noche, cuando la City se apaga, en los umbrales de esas catedrales del dinero, bajo las recovas de una avenida y hasta en las cabinas de los cajeros automáticos, empieza a verse a los sin techo, aquellas y aquellos desgraciados pestilentes expulsados de un sistema en el que creyeron. Más de una vez, mientras observaba este contrapunto macabro, me preguntaba cómo escribir sobre estos personajes, que quizá no sean tan diferentes en su degradación del Akaki Akákievich de El capote, de Gógol. O del hombre del subsuelo de Dostoievski. También, ¿por qué no, Bartleby? ¿Y Samsa? También. Nada es casual: en un principio esta novela se llamaría La Perspectiva Nevski. Porque ésta sería una novela rusa. Existencias desesperadas en un mundo absurdo que responde a una lógica: la destrucción del sujeto. En este sentido, al modo ruso, esta novela no es de amor, sino de la búsqueda de amor. Aunque suene cursi. Aunque el amor esté en extinción. Una novela de soledad. Si lo prefieren, una experiencia rusa. De hecho, el protagonista de esta novela es «tan ruso». Empecé a escribir El oficinista en el verano del 2003. La primera versión, compulsiva, con una relativa velocidad, la escribí en un mes. Ignoraba que su proceso de corrección y ajuste –tal vez la verdadera etapa de escritura– me llevaría seis años. Seis años en los que pasé por diferentes estados de ánimo. En todos fui el oficinista. Es cierto, lo fui alguna vez. Quizá ahora, al escribir, no tenía que observar tanto a los otros como a mí mismo. Si hay una clase que conozco y repudio es la clase media. La clase a la que pertenezco. Se define por su capacidad de sometimiento y traición. Una clase que, en su afán de trepada y con tal de no descender un peldaño en la escala social, se identifica con sus enemigos, los ricos. Es decir, el poder. "
 

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