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miércoles, 6 de mayo de 2009

Lecturas: Músicofilia - Oliver Sacks



Músicofilia
Relatos de la música y el cerebro
Editorial Anagrama

(Buenos Aires)


Oliver Sacks (Londres, 1933) es además de médico y profesor de neurología clínica y psiquiatría, escritor.
Ha publicado diversos libros como Un antropólogo en Marte, Migraña, Con una sola pierna, La isla de los ciegos al color, El hombre que confundió a una mujer con un sombrero, El tío Tungsteno, Veo una voz y Despertares.
En este nuevo libro publicado por la editorial Anagrama, Sacks examina la relación con la música de pacientes, gente corriente o músicos profesionales – aportando incluso su experiencia personal – para arrojar una nueva luz sobre ese fenómeno del que se sabe muy poco.
A través de anomalías como la «amusia» –o incapacidad para sentir la música–, el hipermusical síndrome de Williams –un extraño fenómeno de extrema sociabilidad–, las alucinaciones musicales o la música como inspiradora de auténtico terror, Sacks elabora un lúcido análisis de cómo la música es un factor clave para crear la identidad humana, ya sea de una manera patógena o como un agente positivo a la hora de tratar el Parkinson, la demencia, el síndrome de Tourette, la encefalitis o los ataques de lóbulo temporal.

“Así como el canto de los pájaros posee una evidente utilidad adaptativa (en el cortejo, en la agresión, en la delimitación del territorio, etc.), su estructura es relativamente fija, y, en gran medida, está integrado en el sistema nervioso aviar (aunque existan unas pocas especies que parezcan improvisar o cantar a dúo). El origen de la música humana resulta menos fácil de comprender. El propio Darwin se sentía evidentemente perplejo, tal como escribió en El origen del hombre: “Como ni el disfrute de la música ni la capacidad para producir notas musicales son facultades que tengan la menor utilidad para el hombre (…) deben catalogarse entre las más misteriosas con las que está dotado”. Y en nuestra época Steven Pinker se ha referido a la música llamándola “un pastel de queso auditivio”, y se pregunta: “¿Qué beneficio se puede sacar de dedicar energía a hacer ruiditos de plin plin? (…) Por lo que se refiere a la causa y el efecto biológicos, la música no sirve para nada (…) Podría desaparecer de nuestra especie, y nuestro estilo de vida permanecería prácticamente inalterable”. Aunque Pinker es una persona muy aficionada a la música y sin duda sentiría que su ausencia empobrecería mucho su vida no cree que la música, ni ninguna de las artes, sean adaptaciones evolutivas directas…

En el libro, Sacks presenta varios casos de pacientes, como por ejemplo el de uno que recibió una descarga eléctrica por un rayo y a los pocos días sintió el irrefrenable deseo de escuchar música de piano. Luego empezó a tocar el piano solo. El hombre había aprendido a tocar piano en su infancia, hacía más de treinta años.
También oía música en su cabeza, se sentía inspirado y casi no tenía tiempo para nada más, a pesar de ser un profesional.
También presenta el caso de una mujer, una química investigadora que después de sufrir un ataque de epilepsia y detectársele un tumor cerebral, fue operada y su personalidad cambió. De su dedicación al trabajo e introversón se convirtió en una persona más sociable y jovial. Deseaba oír música e ir a conciertos.
El libro, además de presentar casos clínicos, revela a Sacks como un excelente narrador, lo hace con humor y erudición.

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